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VIAJE A ESLOVENIA, HUNGRÍA Y RUMANÍA 2005




Este debía ser nuestro último gran viaje con la GS, por lo menos tal como los hemos entendido hasta ahora. Gemma se sacó el carnet y ahora tiene su propia moto, y Andreu tiene casi dos años y dentro de poco empezará a venirse con nosotros por ahí, así que tal vez ha llegado el momento de pensar en otras alternativas, por lo menos durante unos cuantos años. Aunque antes aún nos quedaba este viaje!



Faltaba elegir el destino. Nos apetecía mucho bajar a Marruecos por nuestra cuenta, pero al final preferimos buscar algún lugar nuevo para nosotros. Otros viajes por Europa, a pesar de su popularidad, nunca nos han atraído demasiado. Tal vez Cabo Norte, pero son demasiados kms para disfrutarlo en solo dos semanas. Suiza, la Selva Negra, el Tirol... preferíamos dejarlo para dentro de unos años...

Así que dándole vueltas al mapa acabamos eligiendo Rumanía. Nunca habíamos estado al otro lado del desaparecido telón de acero y teníamos curiosidad por echar un vistazo. Siempre que habíamos hablado con alguno de los muchos inmigrantes rumanos que hay aquí en Castellón nos contaban lo bonito que era su país, opinión que compartían los viajeros que habían estado por allí. Además para llegar ibamos a recorrer Eslovenia, con sus Alpes Julianos, y Hungría. Iríamos así poco a poco saliendo de la Unión Europea, desde dos pilares importantes como son Francia y el Norte de Italia, hasta un aspirante a entrar como Rumanía. También nos atraía el hecho de llegar a un país tan alejado del nuestro en el que también se hablara una lengua romance.

El sábado 27 de Agosto salíamos rumbo al este. Lo que tenía que haber sido un tranquilo día por autopista hasta el hotel que teníamos reservado en Frèjus acabó haciéndose bastante pesado con la lluvia y el retorno de la operación paso del estrecho acompañándonos en forma de interminables colas en las autopistas catalanas y francesas que nos hicieron perder mucho tiempo.

Al día siguiente teníamos pensado dormir en Italia, lo mas cerca posible de la frontera eslovena, pero esta vez el tiempo y el tráfico acompañaron y nos animamos a cruzar la frontera por Robic a última hora y buscar sitio para dormir al otro lado. Era un poco tarde y no teníamos claro lo que nos íbamos a encontrar, pero nuestras dudas se transformaron inmediatamente en buenas sensaciones. Estábamos impresionados, aquello era realmente bonito, con escarpadas montañas y valles preciosos, todo pintado de verde intenso... además enseguida vimos que no tendríamos problemas para encontrar sitio para dormir, abundan las casas ofreciendo habitaciones y... descuentos para los moteros! Pasamos Kobarid y al final nos quedamos en una magnífica y barata pensión en Bovec. En realidad acabábamos de entrar en el paraíso motero y aún estábamos descubriéndolo.


 


















El río Soca y sus aguas cristalinas nos acompañaron la mañana siguiente al inicio de la subida al Vrsic, puerto por lo visto muy motero, con las paellas numeradas (50 en total) y motos de todos lo tipos, colores y nacionalidades subiendo y bajando por los dos lados. Subimos por la cara sur, con vistas muy bonitas y buen asfalto. La cara norte, con las paellas adoquinadas, unas nubes bajas que no dejaban ver mucho y más gente (en moto, coche, autobús, bici, o andando) nos gustó menos, aunque también tiene su gracia. Pasamos por el turístico lago Bled y nos quedamos a dormir en Stara Fuzina, una bucólica aldea cercana al lago Bohinj. La zona entera es perfecta para los amantes del turismo en moto por zonas montañosas, con retorcidas comarcales que atraviesan desfiladeros y llevan a aldeas rodeadas de prados. Después de habernos instalado en la habitación nos fuimos a dar una vuelta andando por un camino que salía detrás de la casa. Al poco de salir del pueblo se convirtió en una pista que iba ascendiendo hacia la montaña acompañando lo que a juzgar por el ruido debía ser un río pero que no acabábamos de ver entre los árboles. Al final llegamos a un puentecito donde se veía el agua... corría al fondo de un tortuoso cañón de unos 20m de profundidad y menos de 5m de ancho. El color turquesa del agua, la fuerza con la que corría y la bruma que subía desde el fondo del afilado cañón creaban un ambiente sobrecogedor. Al lado del puente salía un sendero embarrado que seguimos corriente arriba y nos proporcionó unas vistas mágicas del torrente durante un par de kms. Menuda sorpresa, nos habíamos metido por allí de casualidad y habíamos encontrado esta maravilla de la naturaleza (según el mapa debía ser la Mostnica Gorge). Casi de noche llegamos al pueblo, donde cenamos en una Gostilna, compartiendo mesa con una pareja alemana y otra inglesa. Es curiosa la complicidad que surge entre viajeros cuando coincides lejos de casa y compartes experiencias.






















Estábamos tan a gusto en Eslovenia que nos llegamos a plantear olvidarnos del resto del viaje y quedarnos allí los quince días... aunque en el fondo los dos sabíamos que pronto nos entrarían las ganas de continuar, como así ocurrió! Fuimos a Logarska Dolina, un bonito valle en el que se pueden realizar muchas excursiones si no vas vestido de motero, y donde en teoría se acaba la carretera, muy cerca ya de territorio austriaco. Pero no es así, una comarcal nos llevó al pequeño paso fronterizo de Pavlicevo Sevlo, donde la simpática policia austriaca nos dijo que “era la última vez” que nos dejaba entrar a Austria sin la pegatina de la E (llevamos matrícula antigua). Hicimos unos 50km por el país antes de volver a entrar a Eslovenia mas al Este, de camino a Davograd, donde dormiríamos. La impresión que nos dejó Austria fue de perfección, los pueblecitos, el asfalto, las montañas, todo estaba perfecto, arreglado, limpio, casi irreal, como de maqueta de Ibertren...


Nos empeñamos en pasar directamente de Eslovenia a Hungría, lo que nos obligó a dar unas cuantas vueltas por comarcales llenas de camiones ya que no hay ninguna carretera que vaya mas o menos directa hasta la frontera de Redics. Nada mas atravesarla paramos en Lenti, nuestro primer contacto con Hungría. A diferencia de la mayoría de pueblos eslovenos, Lenti es completamente plano. Como después comprobaríamos es costumbre en toda Hungría, las farolas de toda la ciudad estan adornadas con flores, y abundan los jardines florales. También hay unos cuantos puestos de venta ambulante, donde cuelgan pimientos de todas las clases y colores. El ambiente es relajado y agradable. El único problema lo encontramos nada mas parar a hacernos un café: en Hungría solo se habla húngaro y alemán. El inglés sirve de poco, y el italiano y francés de nada. Pero tampoco es un gran problema, al final siempre consigues entenderte de alguna manera.


 


Por una bonita comarcal rodeada de bosques y prados llegamos a Heviz, cerca del lago Balaton, donde pasaremos la primera noche. Heviz es muy turístico, tiene un lago termal donde llevan siglos recibiendo turistas alemanes en busca de relax y curas medicinales. A nosotros también nos apetece y nos damos un buen baño en este lago que se mantiene de forma natural alrededor de los 30ºC todo el año. Al final hasta aprendemos algo de alemán nosotros también...










Atravesamos el congestionado Budapest por dentro, ya que no tiene circunvalación, y continuamos hacia el este hasta las montañas Matra, donde pensábamos dormir en Gyöngyös o Matrafüred. Al final nos quedamos en este último pueblo, situado al principio de la carretera que sube hacia una de las pocas zonas montañosas del país. Al pasar por la plaza del pueblo había un grupo con motos deportivas. Después de instalarnos en un hotel, ducharnos y lavar algo de ropa aprovechando el buen tiempo, salimos a dar una vuelta y acabamos sentados en una terraza al lado de la carretera. Al poco empezaron a llegar moteros con ruidosos tubarros y monos de colores. Por lo visto habíamos ido a parar a la zona preferida de los moteros RR de Budapest. Eran las 8 de la tarde de un miércoles y por allí no paraba de pasar gente haciendo caballitos y calentando ruedas... el caso es que muy larga no debía de ser la zona de curvas porque a los pocos minutos de salir ya estaban de vuelta. O tal vez es que preferían estar de exposición al lado de las terrazas a subidos encima de la moto, no se. El caso es que estuvimos entretenidos con el espectáculo un buen rato. La mañana siguiente no nos resistimos a recorrer la carretera motera y la verdad es que estaba muy bien, con curvas en las que tumbar a placer y un asfalto muy adherente y sin baches. Y, aunque no había tanto ambiente, sí que vimos alguna moto.















De camino a la frontera rumana pasamos por Hortobagy, donde vimos algunos grupos de turistas armados con prismáticos buscando aves migratorias y un complejo turístico-folklorico dedicado a los legendarios cow-boys de la zona, con vendedores de látigos enseñando a los turistas a hacerlos chasquear en el aire. Fue nuestro primer contacto con las llanuras del sur del país. Un buen lugar para hacer kilómetros en moto, con grandes espacios abiertos, prados, bosques... aunque muchas carreteras tienen el asfalto deformado por el paso de camiones, con profundas roderas que te obligan a mirar muy bien por donde te metes.


Entramos a Rumanía por Bors. Con la moto nos saltamos la cola de coches y en poco mas de 15 minutos pasamos la frontera, la única de todo el viaje en la que nos cuñarán el pasaporte. Muy cerca de la frontera está Oradea, la ciudad donde pensábamos pasar nuestra primera noche en el país. Los pocos kms que recorremos hasta la ciudad son realmente feos, con instalaciones industriales ruinosas a ambos lados de la carretera. La ciudad nos recibe con imágenes similares, todo está en estado ruinoso y los humeantes autobuses parece que se vayan a desmontar cada vez que pillan alguno de los baches que tanto abundan en el asfalto de la ciudad. Después de dar unas cuantas vueltas nos decidimos por un hotel que no está lejos del centro, enfrente de un parque. No es barato, pero está muy bien y tiene un patio interior para guardar la moto, la primera noche no queremos sorpresas. Nuestra opinión de la ciudad cambia cuando vamos a dar una vuelta a pie por el centro. Está claro que los edificios han vivido épocas mejores, ahora están muy descuidados, pero también tiene su gracia y el conjunto es bonito, con agradables plazas y parques para pasear. También vamos a ver la fortaleza, inicialmente construida en el siglo XIII pero con un aspecto mas parecido a las moles de la época napoleónica, a prueba de artillería. Según contaba la guía, en la actualidad se utiliza como oficinas del gobierno... algo dificil de creer después de haberlo visto, está en un estado lamentable. Una de las alas parece que ha sido reciclada como Facultad de Bellas Artes, también en estado ruinoso, aunque un poco mas cuidada y adornada con algunas esculturas que animan un poco el patio interior. Volvemos al centro donde nos tomamos unas cervezas antes de ir a cenar a una taberna. La vuelta al hotel la hacemos en penumbra puesto que no hay prácticamente farolas en la ciudad.

 









Por la mañana emprendemos camino hacia Transilvania. Circulamos por la que se supone que es la carretera principal del país, aunque tiene un solo carril por sentido y algunos tramos en bastante mal estado. De todas formas al salir de la ciudad el paisaje cambia radicalmente, desaparecen las indústrias y aparecen suaves colinas con campos de cultivo, pastos y algun pequeño bosque. Se ve mucha gente trabajando en el campo, cada vez hay mas granjas y carros tirados por caballos. Los pueblos están en peor estado que los húngaros pero sin llegar a los extremos de la ciudad. Atravesamos algunos puertos de montaña repletos de tiendas y bares donde parar a descansar y dejar enfriar los motores. Nos da la impresión de que en muchos pueblos la carretera debe ser la fuente principal de ingresos.











Llegamos a Sighisoara por la tarde, y nos acercamos a tomar algo junto a la entrada a la ciudadela medieval, en una plaza con unas cuantas terrazas dedicadas al turismo. Un grupo de jubilados juega a las cartas en un banco del jardín mientras contemplan a los invitados de una boda gitana haciéndose fotos y tocando música. Una mujer nos ofrece su casa (entera, ella se iría con su hermana) para quedarnos a dormir, a muy buen precio, pero después de verla decidimos que mejor nos vamos a un hotel. Es una lástima, nos apetecía estar en una casa “de verdad”... pero también de ducharnos y estar a gusto como no hubiéramos podido hacer en aquel sitio. Después de instalarnos volvemos a la ciudadela ya vestidos de paisano y recorremos las callejuelas empedradas mientras anochece.







Las malas carreteras, el tráfico intenso y el carácter temerario de los conductores rumanos habían conseguido agotarme. De todas formas las ganas de seguir viendo cosas era mas fuerte y salimos rumbo a Sibiu atajando por Medias en vez de ir por nacionales. Antes de llegar a esta ciudad nos desviamos por unas comarcales que atraviesan remotos pueblos habitados casi exclusivamente por gitanos, donde se puede ver iglesias fortificadas que construyeron los sajones para defenderse de los ataques turcos en los siglos XV y XVI. No hay casi coches, todo el mundo va en carro. Nos alegramos de haber tomado el desvío, tenemos la sensación de estar lejos de todo. De repente desaparece el asfalto y decidimos dar media vuelta para llegar a Sibiu por la ruta principal.

Sibiu es una ciudad grande en la que estamos casi dos horas dando vueltas buscando hotel rodeados de baches y conductores que ponen de nuevo a prueba mis nervios. Al final encontramos una pensión donde nos dicen que no hay problema para guardar la moto en un patio interior por la noche. Por la tarde pensábamos ir a la Transfagarasan, una carretera imposible que atraviesa las montañas Fagaras, construida por el dictador Ceaucescu básicamente para demostrar que era capaz de hacerlo. Estoy cansado de conducir, pero sé que si no vamos ahora me voy a arrepentir toda la vida de no haberlo hecho, así que al final decidimos subir, aunque haremos la bajada por el mismo sitio, en vez de dar toda la vuelta por el otro lado como teníamos pensado en principio. Y valió la pena! El tramo final de la ascensión es de largo el puerto mas espectacular que hemos hecho nunca. También nos cruzamos con algunas motos que subían por allí, todas locales. En la parte superior hay un pequeño lago glaciar y aún quedaba algo de nieve alrededor. Nos quedamos a comer por allí, un par de mazorcas de maíz y queso fresco que vendía un pastor, antes de volver a Sibiu.










Por la noche dimos una vuelta disfrutando de las plazas y avenidas del centro, probablemente el paisaje urbano mas bonito que vimos en Rumanía, a pesar de estar todo en obras. Era nuestra última noche en el país, ya iniciábamos el retorno hacia el oeste. Por la mañana opté por una conducción un poco mas agresiva con la que conseguí llegar a la frontera de Nadlac sin tantos sobresaltos como en los días anteriores.

Nos íbamos con un cúmulo de sensaciones fuertes y contradictorias, de decadencia y fantástico entorno natural, que habíamos tenido la suerte de poder experimentar en directo. Aunque he de reconocer que me esperaba un carácter mas cálido y abierto de un pueblo que se supone está culturalmente mas próximo a nosotros que sus vecinos.




De nuevo en Hungría, a las infinitas llanuras verdes del sur. Vamos haciendo camino hasta Baja, una bonita y tranquila ciudad donde pasamos la noche. Tengo la impresión de que algo va mal en la rueda trasera, y por la mañana nos ponemos a buscar un taller donde puedan verificar el equilibrado. Nos envían de un sitio a otro y al final llegamos a uno donde les cuesta un buen rato acoplar la llanta a la máquina pero al final lo consiguen, me confirman que estaba bastante mal y la equilibran por cuatro duros. Con tanta vuelta buscando el taller nos hemos desorientado un poco, y al vernos mirar el mapa con pinta de despistados se nos acerca un simpático señor de unos 65 años que hace todo lo posible por ayudarnos aunque en realidad tampoco parecía conocer muy bien la zona. Después, todo en húngaro, por supuesto, se interesa por la moto y nuestro viaje, y cuando se entera que venimos de España empieza a dar vueltas a la moto observándola con detenimiento. Le pregunto qué hace y me dice que esta buscando en qué lado está la palanca de arranque, para poner un sidecar en el otro y que Gemma viaje mas cómoda! Dice que eso de ir tumbando la moto no es nada seguro y que iríamos mucho mejor con tres ruedas...








 Pensábamos volver ya hacia Eslovenia pero los húngaros nos han caído bien y nos apetece quedarnos un día mas por el país. Así que giramos al Norte y acabamos en Balatonkeresztúr, en el extremo Sudoeste del lago Balaton. Teníamos ganas de pasear por la orilla del lago pero hay una plaga insoportable de mosquitos (según los locales son solo 2 o 3 días al año) a los que parece afectar poco el Aután y acabamos pronto encerrados en la casa, con todas las ventanas cerradas.







Tras un breve paso por Croacia volvemos a entrar en Eslovenia. El país es precioso, hasta circular por la autopista es un placer para la vista. Queríamos pasar la noche por Idrija pero el pueblo no nos convence y al final acabamos de nuevo en el paraíso motero de los Alpes Julianos... no nos podíamos resistir!







Nos quedamos a dormir en Kobarid, en una especie de pensión motera donde además de nuestra GS duermen también otras 7 motos (dos GS, dos LC4, una Tiger, una SS750 y una V-Strom) de Suiza, Italia y Alemania. La plaza del pueblo está tomada por los moteros, y aunque muchos vestimos de paisano somos fácilmente reconocibles porque todos paramos nuestras conversaciones y observamos con atención cuando alguna nueva moto aparece por allí. Según nuestra guía de viaje, en este pueblo se encuentra el mejor restaurante de Eslovenia, pero no queríamos algo muy serio y nos ponemos a buscar otras opciones. La Gostilna que hay en las afueras parece aún mas formal, así que volvemos al pueblo y tras descartar la pizzeria decidimos probar en una cafetería que hay justo al lado del restaurante. No sabíamos si hacían cenas así que le preguntamos a la camarera: Do you have something to eat?, a lo que nos contesta ciertamente sorprendida: Of course, we are a restaurant!! mientras nos abría la puerta que comunicaba la cafetería con el mejor restaurante del pais! El viaje estaba llegando ya a su fin, así que decidimos regalarnos como colofón una estupenda cena de marisco, con diferencia la mejor del viaje y además a un precio bastante razonable.





Por la mañana volvíamos a entrar a Italia por la misma carretera de montaña por la que habíamos llegado hacía poco más de una semana cargados de incertidumbre. Era como cerrar el círculo, volver de nuevo a casa, cuando en realidad aún faltaban unos cuantos kilómetros para llegar... o tal vez no tantos.








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Comentarios

  1. Buena crónica faltarian alguna foto mas, pero en general muy guapo el viaje estoy recogiendo información quiero hacer Rumania me gusta el blog.Un saludo
    Vss

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  2. Bueno, la verdad es que yo personalmente prefiero menos fotos y mas informacion util, tal como recomendaciones para dormir, comer o que es mejor ver y donde parar. Por lo tanto creo habreis confeccionado un buen rutometro que voy a comparar con otros por la misma zona.

    Mi idea es Eslovenia,Rumania, Hugria y la zona de Croacia. No se si llegar a Turquia. Seria entre el mes de mayo y junio de 2013, unos 21 dias.

    De momento voy solo me gustaria compartir la experiencia con un par de compañeros de ruta.

    Miguel Angel

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